ERRATAS SIN FE

Luchando con el error en cosas que quiero que salgan bien, me encuentro debiéndole al azar otras tantas equivocaciones que parieron algo distinto interesante loco. Hallazgos – que nombro así porque han influido más allá de mi persona como cuando encuentran alguna pieza arqueológica (exgero)- y que se han puesto sobre la mesa de la tendencia. Como aplicarme yo misma el tinte y que haya salido mal, o que me dejara caer el color sin hacer nada. Un año después salta el nombre (y la técnica) de las «mechas californianas».

La lavadora siempre mandaba a otra dimensión mis calcetines izquierdos entonces no me importaba usar indistintos, y poco después había pares de calcetines de distinto color que se vendían nuevos, tal cual (se que tú también lo hacías cuando no tenías ropa limpia pero créeme yo lo portaba con orgullo, y por eso soy el origen de esa tendencia).

Insipiente conocimiento en maquillaje, mucho menos de la última moda de este ritual, pero siempre lo hago bajo el trance de la improvisación y cuando pienso que quedó de María Mercedes he salido chuleada por la más alta alcurnia del maquillaje.

Avispo que el error me da libertad, se siente óptimo. Salga bien, salga mal, es placentero dejarse llevar y minimizar los niveles de cortisol en el cuerpo.

La última moda impuesta es justo enarbolar el «error» y la «duda» como mecanismo para encontrar soluciones distintas a las ya conocidas. Todo surgió por una queja (obvioooo) hacia la condena irrevocable de las equivocaciones en el set de filmación, en un cuarto de escritores violento, en mails laborales, en las ideas creativas que no se adaptan al canon y que por ende se ridiculizan; en fin que por mera rebeldía me puse a defender los «desaciertos». Como si de una lucha social se tratase (flashforward: con el tiempo comprobé que era verídico, lo social está trastocado por el miedo a errar).

Lo predecible aquí es que este mecanismo errata no lo utilice mucho en mi propia escritura (a excepción de este blog donde hago correcciones pero casi todo lo dejo ser y estar).

Ni en el boceto de un guión cinematográfico me permito equivocar tanto, o más allá de no dejarme, no hago… y ya… no corro riesgos. (Ajá, sé que sabes que vino a mi mente la palabra con P)

Sin embargo, hay ciertos lapsus que he conectado con la improvisación; ese mar de desvíos posibles. El año pasado me puse a escribir un guión de cortometraje que tocaba fibras sensibles de mi linaje, en ese sentido había una conexión personal y algo que decir del contexto. Lxs que nos dedicamos a esto sabemos que no es suficiente y que hay que mantener la frecuencia artística del lenguaje en medio de muchos tecnicismos calculados.

Pasó que, a pocas semanas antes del cierre de una convocatoria, puse mis manos sobre el teclado y lo dejé ser, siempre sembrando en las sensaciones corporales lo que significaba la temática de ese entonces. Y trayendo conmigo la historia de mi familia que se tejía con la familia de otras dos mujeres que tenía poco de conocer pero que se volvieron tan íntimas (no se si gracias a las similitudes reales de nuestras historias o de nuestros linajes).

El que haya ganado reconocimiento no fue menor, pero cada que lo vuelvo a leer me pone la piel chinita el que me guste a mi, y me emocione a mi. Lo cual sin duda se tradujo a que le gustara a algunxs más.

Me he DESVIADO del tema mea culpa. tercera.

La intención de contar la anécdota (y alargar estas líneas) es que había una condición en este concurso y era escribirlo en primera persona en lugar de la

Por lo que entonces -casi como silogismo- se vuelve a la hipótesis inicial: en el error nado como pez en el agua. (qué fuerte).

Les invoco a experimentar esta tendencia de dudarlo todo, de tener inexactitudes en la obra o en la vida. De tenerle fe a lo distinto, a lo contrario, a lo inexplorado.

No de a gratis está la gallina que cruzó el cuadro.

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